MEMORIAS DE DIÒGENES
EL PROFESOR
DE YOGA
Un día llegó al rancho un profesor
de yoga a ofrecer sus servicios.
Quilón le preguntó si los
ejercicios de yoga despertaban el apetito. Bhava -que tal era su nombre de
pila- le respondió que, en efecto, así era, pero que había un asana especial,
llamado el devi-radrina que contrarrestaba el apetito. Lo había
inventado el yogi más pelabolas de la India, con la sola idea de favorecer a
los proletarios.
Aquello no
nos convenció. Sólo Tales mantuvo el interés, dispuesto a pagar las clases, a
condición de que le enseñaran “los asanas necesarios para triunfar en la vida y
ser feliz”
Bhava le respondió:
-Lo que Ud. quiere es que le
enseñe las “asanas del perfecto halabolas”, es decir, las actitudes que debe
adoptar en Grecia todo el que aspire a cargos, recomendaciones, condecoraciones,
títulos, diplomas y oros emolumentos
gratuitamente dispensados. Yo no practico esas posiciones. Por eso ando
por estos basurales buscando alumnos que siquiera me paguen con un poco de pan.
Si yo practicara los asanas que Ud. me pide, a estas horas estaría en el palacio real.
Al escuchar aquello, Tales
desistió. Quilón, por su parte, comentó:
-En Grecia,
lo que necesitan los pobres no es un maestro de yoga para aprender a recibir
golpes, sino un buen instructor en artes marciales, para aprender a darlos.
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