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sábado, 24 de diciembre de 2016

COLOQUIO NAVIDEÑO DE LOS GUACHICONES CAMBRILLÓN Y CASOLETA. LA GLORIA POR EL SUELO




COLOQUIO NAVIDEÑO DE LOS GUACHICONES
CAMBRILLÓN Y CASOLETA.
LA GLORIA POR EL SUELO

-¿Ves cómo nos mira la gente, compañero, carnal y amigo?

-Dirán que somos locos porque, en Navidad, no estamos muriéndonos de risa sino de hambres. De hambres lentas, para mayor abundamiento.

-Sin embargo, démonos a la risa, que algo queda, aunque sea un remedo de ella, para complacer al mal gobierno y satisfacer a las damas metafóricas que todo lo ven bueno y bonito en este mundo de fealdad sólo aparente.

-Al diablo todos ellos juntos.  ¿Por qué reír?. Ni que estuviésemos en la gloria. ¿Acaso podemos derretirnos de gozo entre las muelas y las caries de este  dolor impío?. No podemos sentir felicidad, ni que los ángeles canten los más hermosos ditirambos al son de los caránganos y de las chirimías. Ni que los chimbángueles, con variedad de tonos, resuenen en ambigua competencia, ni los orfeones del cielo hagan vibrar sus voces en manojos de luz, arrojados al infinito como polvos de oro fino, por la mano de Dios. Ni que el sol sonría con  dentadura nueva y los cielos lloren estrellas como lágrimas sonoras que hagan tremar la Tierra,  casi hablar y  gemir como mujer en celo.  Ni que se desborde la alegría, como crema de mantecado y chocolate, de la copa azul del universo, y todo él responda con creces al holgorio universal.

-¡Caramba, amigo! ¡Qué cursicantos te gastas esta Nochebuena. De algo nos está sirviendo, de todos modos, esta dulce Navidad. No sólo a ti, porque en este momento los ángeles del sentir poético colocan sobre tus sienes la corona de laurel, sino también a mí,  porque me estás regalando con tu estro de antigua chapa,  ese ramillete de la más ebúrnea inspiración, arrancada, sin duda, del pozo más profundo del alma.

-¡Corona de Laurel? Ni de Hardy siquiera, pues estamos menos que flacos y en absoluto nada de gordos!. Pero, en todo caso debo darte las gracias, pues me abrumas con tus alabanzas y ponderaciones nunca merecidas.

-Sí que las mereces, y más, porque se te reventó la vena poética a la altura del corazón, portento y merced que los dioses otorgan sólo a los más eximios. Lástima que no tengamos valía en el concierto universal de las bellas letras, pues así te coronarías con un bueno y sonoro Nobel que podrías recibir con liquiliqui, corbata y guachicones nuevos.

-No son premios los que deseo, sino caldo y arepas, que con eso me conformo. Y no sueñes, amigo, que los  sueños son pesadillas para nosotros los pobres ultra, que nada tuvimos y nada podremos tener, ni adarmes de esperanza, menos de fe.

-Cuidado, amigo, no peques.  Aunque estemos sufriendo y no gozando,  no debemos enturbiar la alegría del Mundo  con pensamientos lacrimosos porque entristecen al Señor cuando nace su hijo para bendecir la Tierra- como predicó el Padre Perucho en la Misa del Gallo, que hace poco escuchamos por los altoparlantes de la torre Eiffel.

-Del gallo o de la gallina, me da igual. Porque el gallo cantó tres veces y la gallina no ha puesto para nosotros ni siquiera  huevos chimbos. Han pasado dosmil años, y nosotros seguimos dejando los cueros y rompiendo hilachas y pegas, sin recibir las bendiciones navideñas, sino pura penitencia, sin poder saborear  no sólo la pecaminosa carne de lechones frescos, pero ni siquiera de pescado con escamas y sangre seca.

-Esperemos siempre lo mejor, como dice Francisco. Hay que esperar a ver si por fin empezamos  a recibir los réditos  por tanto sufrimiento. Las bendiciones papales deben dar algún resultado, aunque sea en el otro mundo. Tengamos esperanza, amigo. Yo la tengo.

-Pues a mí me debe estar fallando alguna endorfina, pues la esperanza no me alcanza y las bendiciones me dejan más vacío.

-Comienza por tener un poco de fe, y tendrás algo de esperanza,

-Y así desembocaré en la  caridad, para que dar a otro lo poco que tengo y quedarme sin ayuda, más pelado que estornudo de pobre,  y sin  gratitud siquiera.

-Ah, no, amigo. De gratitudes no me hables, porque ésa es una planta que no suele cultivarse y que, si se cultiva, muere al poco tiempo. De gentuza ingrata está enladrillado el infierno. Porque el ser humano es de tal factura descompuesta y corrupta,  que aparenta agradecimiento porque le conviene que los favores se mantengan, pero  lo olvida y lo desecha cuando los favores cesan. Además, la gratitud tiene frágil memoria y se desvanece como el viento.

-Mira, amigo. Conversando conversando, como quien no quiere la cosa ha vencido la noche y el amanecer está cerca. Mejor aprovechemos para echar una pestañeada y soñar Navidades sobre estos cartones nuevos que nos regaló Chang Chito, el único ser amable que nos trajo la invasión china.

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