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lunes, 10 de octubre de 2016

MEMORIAS DE DIÓGENES ENTRE PERROS Y COCHINOS




MEMORIAS DE DIÓGENES
ENTRE PERROS Y COCHINOS

Me pregunta Licurgo qué ha sido de mi cinismo, que es el Cinismo de mi maestro Antístenes. Y le respondo que hoy la palabra que sintetizaba nuestra sabiduría y resumía nuestros ideales, ha sido arrastrada al lodazal. Le respondo con las mismas palabras que le expresé a un periodista que me hizo la misma pregunta:
Cuando llevo mi filosofía de renuncia a las cosas de la vida, hasta extremos que la historia ha recogido sin exageración, no lo hago  en son de descaro o desvergüenza, sino a título de reto a una sociedad carcomida por las apariencias, los prejuicios, la estupidez y la pantalla acomodamientos. Si vivo en un tonel, lo hago contra aquéllos que llenan de superfluos lujos sus mansiones, mientras la miseria ladra fuera, en contraste con la molicie y la francachela. Si visto harapos malolientes, lo hago para echar en cara a los pisaverde su afeminamiento y su espíritu proclive a la molicíe y la vanidad. Si realizo mis necesidades fisiológicas en público, es porque deseo contrastar con la falsedad de quienes, en la intimidad de las alcobas,  se entregan a una gran bajeza moral. Si me abstengo de bañarme es porque busco contraponerme a quienes sólo viven pendientes del cuerpo, mientras dejan en la nada el espíritu. En síntesis, me muestro cinico  para espanto de los mismos perros, en cuanto retador de una realidad nefasta, a diferencia de los copartícipes descarados de la degradación, sin sensibilidad a la critica justa e indiferentes a la voz de la Historia. Mi cinismo es de antítesis con una realidad social y política digna de un repudio esencial. El cochinismo es, por el contrario,  fusión con la parte más negra y podrida del sistema. Yo soy  un “perro” rebelde y socialmente hidrofóbico. Los cerdos, en cambio, se complacen en su compatibilidad ontológica con la inmundicia que les es consubstancial. Mi cinismo es desafío. El cochinismo es complacencia.

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