LA MUERTE DEL ABERRANTE
Juan Josè Bocaranda
E
Una de dos:
la Verdad da vida o mata. Jamàs se queda inactiva.
Conviene traer a la memoria
al prototipo de los gobernantes abyectos, que odian la verdad, la arrastran y
la envilecen: Poncio Pilatos, protagonista negro de la Semana Santa…
El error es algo que puede
cometerse aun con la mayor buena fe. Por
ejemplo, la madre que, queriendo salvar la vida del hijo, le suministra un
medicamento que lo mata. Por el contrario, la aberración no tiene excusa. La
aberración y la buena fe son absolutamente excluyentes. “El error – dice
Barcia- es falibilidad, la aberraciòn es
casi apostasía. El error se equivoca; la aberración quiere equivocarse”. La
aberración reniega, abomina, detesta, blasfema.
Como lo hace el que se jacta
y deleita en pisotear la verdad evidente
y en asesinarla con la mayor vileza y a
plena consciencia. Quien perpetra aberración perpetra un crimen de lesa
verdad que gira en el ámbito de la
locura moral…Nadie puede invocar a su favor la aberración ni aun apelando a sus
“principios”, porque por encima de todos
los principios prevalecen los de la Ley Moral…
La aberración de Pilatos
llegó al colmo porque estuvo en presencia del Gran Inocente y, sin embargo lo entregò a sus enemigos, creyendo con
cìnica actitud que lavándose las manos quedaba libre del reclamo moral de la
conciencia. Y cayò en tal abismo de desprecio a la verdad, que habiendo dicho a los judíos que no encontraba
que el Nazarareno fuera culpable, ni
siquiera quiso escuchar a su esposa cuando le aconsejò: “Cuídate, Pilatos, de
lo que hagas. No toques a este hombre de Galilea. Es un hombre santo. Si azotas
a este hombre, azotas al hijo de Dios”.
Ahora bien, ¿còmo murió ese
gran símbolo de la vileza? Segùn el “Evangelio de la muerte de Pilatos”,
sucedió asì: . Pilatos, por orden de Tiberio, fue preso y
conducido a Roma. El César se llenó de
furor contra él, y ordenò que lo llevaran a su presencia. Pilatos había traido
consigo la tùnica de Jesùs. Apenas el
emperador lo vio se apaciguò toda su cólera, y se levantó al verlo, y no le
dirigió ninguna palabra dura y aunque en su ausencia se había mostrado terrible y lleno de ira, en su
presencia sòlo mostrò dulzura. Cuando se lo hubieron llevado, de nuevo se
enfureció contra él de un modo espantoso, diciendo que era muy desgraciado por
no haber podido mostrarle la cólera que llenaba su corazón. Y lo hizo otra vez
llamar, jurando que merecía la muerte por no haber evitado la de Jesùs. Y,
cuando volvió a verlo, lo saludó, y desapareció toda su cólera. Y todos los
presentes se asombraban, y también el emperador, de estar tan irritado contra
Pilatos cuando salía, y de no poder
decirle nada amenazador cuando estaba ante él. Al fin, cediendo a un impulso
divino, o acaso por consejo de algún cristiano, le hizo quitar la túnica, y al
momento se sintió lleno de cólera contra Pilatos. Y, sorprendiéndole mucho al emperador todas
estas cosas, se le dijo que aquella tùnica había sido del Señor Jesùs.
El emperador
ordenó tener preso a Pilatos y pocos días màs tarde se dictó una sentencia que
lo condenaba a a una muerte muy ignominiosa. Pilatos, sabiéndolo, se mató con
su propio cuchillo. Al saberlo, el Cèsar
dijo: ha muerto de muerte muy
ignominiosa, pues ni su propio cuchillo lo ha perdonado. El cuerpo de Pilatos,
sujeto a una gran rueda de molino, fue lanzado
al Tiber. Y los espíritus malos e
impuros, gozándose en aquel cuerpo impuro y malo, se agitaban en el agua, y
producían tempestades y truenos, y
grandes trastornos en los aires, con lo que todo el pueblo era presa de pavor.
Los romanos retiraron del Tíber el cadàver de Pilatos, y lo llevaron a Vienne y
lo arrojaron al Ródano. Y los espíritus
malignos, reunidos en caterva, continuaron haciendo lo que en Roma. Y, no
pudiendo los habitantes soportar el ser así atormentados por los demonios,
alejaron de sí aquel motivo de maldición, y lo hicieron enterrar en el
territorio y en ciudad de Lausana. Y, como los demonios no dejaban de inquietar
a los habitantes, se lo alejó más y se lo arrojó en un estanque rodeado de
montañas, donde, según los relatos, las maquinaciones de los diablos se
manifiestan aún por el burbujear de las aguas”.
Todo gobernante debe comprender que si da muerte a la verdad
o la niega, la tuerce o la oculta, perecerà por la verdad que pretende
asfixiar. Porque la verdad no muere jamàs….
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