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martes, 17 de noviembre de 2015

MEMORIAS DE DIÒGENES EL HERACLITEANO






EL HERACLITEANO

El “Laboratorio de Filosofía” de “El Heracliteano” se encontraba en el último de los cincuenta y ocho pisos del edificio más alto de Atenas. Cuando íbamos por el vigésimo, trepando escaleras, quisimos matar a Tales, dueño de la idea de asistir a la “interesantísima conferencia” que aquella noche daría el emi­nente profesor trauma cum laude”.
Jadeando llegamos finalmente al piso  donde el hierático doctor había entronizado su torre de cristal, a nivel del Olimpo.
Sutil, con la actitud de quien sostiene en delicada siniestra una cajilla de rapé, alzando los translúcidos dedos, como si en verdad estuviese por absorber aquellos polvos invisibles, “El Heracli­teano” musitaba filosofías, con voz apenas percep­tible, andando con breves y sospechosos pasos, cual si no quisiese romper el culiapretado equilibrio sapiencial.
Quilón, en el último asiento, por más que aguzaba los embudos no cazaba palabra alguna, de aquella suerte de espectro. Levantó, pues, la mano para pedir al expositor que hablara más fuerte.
El ente se sintió conmocionado por el vozarrón. Temblando, rojo de rabia, hubiese querido llamar a los sicarios para que expulsaran al “revoltoso oyente”. Pero no lo hizo por­que la campánula de alarmillas la había dejado inerte y desmayada sobre la mesilla de noche.
Se arrechó entonces Quilón y yendo a la tarima doctoral, le­vantó en vilo al merengue del saber y lo sentó sobre el escritorio.
-Me llena de encojonamiento ontológico que un “fumador de silogismos” ose asumir el pensamiento de mi compadre Heráclito, con finas vocecillas de afeminamiento, cuando es un hecho que si algo caracterizó a mi amigo fue su hombría. Filosofillos como éste, hacedores de consomés didácticos, son los que llevan a cobrar odios contra la verdad, por lo que se convierten en propugnadores de la mentira.
Lo que me causa más dolor y desata mi rabia, es haberme hinchado las “batatas” para venir a escuchar a este mosquito...”
Alguien quemó unos triquitraques. Se escucharon la sirenas de las radiopatrullas. Desde  la azotea vimos llegar a los policìas con sus blancas cabezas de cáscara de huevo. Nos chorreamos por el tobogán de los bomberos.
Heráclito nos envió un mensaje de texto “Gracias amigos...No inventé mi teoría para que vividores de mi pensamiento, hagan pirotecnias parro­quiales. La inventé para que las generaciones se den cuenta de que hay que meterle candela a las cosas inservibles. Mi filosofía no es del aire. Ni del ayer: es del hoy, para la tierra y para ya”.


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