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viernes, 6 de noviembre de 2015

MEMORIAS DE DIÒGENES EL PRINCIPIO DE ARQUÍMEDES





MEMORIAS DE DIÒGENES

“¡Oh Arquímedes, hijo de la orgullosa Siracusa! Te admiro por tu noble patriotismo, por tu sentido del deber y de la dignidad. Te admiro por tu valor, sometido a prueba en la defensa de tu tierra; por el denuedo de tu brazo y el sabio ingenio de tu ciencia.
Te admiro también por la extensión y profundidad de tus conocimientos matemáticos y físicos y por ser autor de inmortales obras de Mecánica, Cuadratura, Parabolismo, Monadismo y Esferoides.
Fuiste inventor de tornos, tornillos, planos, poliplastos y es­pejos, en combinaciones ingeniosamente científicas.
Te admiro igualmente por tus descubrimientos respecto a la circunferencia, a la reflexión, a la refracción, a la luz.
Te admiro, del mismo modo, por tus famosos principios de Física, de Matemática, de Mecánica y Geometría.
Te admiro por tu muerte, tan ejemplar, tan digna, tan valiente.
Te admiro por tu “eureka”, que resonó en los ámbitos del mundo.
Por todo ello te admiro. Pero, por sobre todas estas cosas, te admiro por tu famoso principio de la palanca, a la que debo tantos favores, tantos beneficios y esta vida cómoda que llevo. Gracias, Arquímedes!”
Esta fue la oración que Pitacos escuchó salir de los labios de un creyente, en el Templo de Apolo. El creyente era un halabolas.

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