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viernes, 24 de abril de 2015

MEMORIAS DE DIÒGENES. LA VIDA-MUERTE DE LOS PERIECOS.



LA VIDA-MUERTE DE LOS PERIECOS

El hecho de vivir en comunidad, y sobre todo en circunstancias difíciles, màs aun incrementadas por el hambre y otras necesidades, hace que tarde o temprano afloren las rivalidades existentes entre los filósofos. Asì sucedió cuando un dìa, a falta de mejores temas, en un largo intervalo de silencio, dijo Quilòn:

 -En Grecia, los gobiernos han hecho muy poco por los periecos.
Y señaló a Solón, porque, habiendo podido hacer mucho por los pobres,  no había cumplido sino un mediano papel como estadista y legislador.

Solón admitió que, como Arconte, había gozado de poderes ilimitados en el Estado de Atenas; y que ciertamente, no podría negarlo, se había opuesto a las pretensiones del pueblo a un nuevo reparto de la propiedad territorial, lo cual hubiera precipitado al país en un caos total.

-Pero no debe olvidarse –agrega- que ordené la libertad de las per­sonas detenidas por  deudas, evitando también su ser­vidumbre, con lo cual me anticipé a muchas Constituciones del mundo. Igualmente, limité el ámbito de las leyes de Dracón, reservándolas al campo del derecho penal y suprimiéndolas del civil...

-Muy bien, Solón -intervino Bias-. Pero no ocultes que hiciste graduar los derechos políticos en proporción a la fortuna y que otorgaste los cargos más altos del Estado según la propiedad territorial, lo cual nada tiene de democrático.

-Con razón quisiste quedarte con el coroto y proclamarte dictador de Atenas -interrumpió Periandro, a lo que agregó Quilón:-Y en conchupancia con el Fondo Monetario Internacional, para convertirte en agente cobrador de la deuda externa en contra de tu propio pueblo.

Solón, para defenderse, respondió disgustado:
-Hacer por los periecos más de lo que hice, hubiese implicado invasiones de la OTAN, alzamientos intestinos, disidencias, incendio de sembradíos, envenenamiento de las aguas, asesinato de inocentes y el esparcimiento de la guerra bacteriológica.

Tales, hasta entonces sumido en el mutismo, dijo:
-Olvidémonos de todo esto; dejemos a los periecos en sus charcos de miseria; dejemos que la vida siga ade­lante; no nos busquemos problemas; sigamos dedicados a la bús­queda de la verdad esotérica.

Quilón exclamó, con una mezcla de tristeza y arrechera:

-¡Pobres periecos, que hasta los sabios les tiran tacos en nombre de la verdad y de la paz!

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