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jueves, 9 de junio de 2016

MEMORIAS DE DIÓGENES HIPÓCRATES. LOS MÉDICOS CON FRONTERAS Y OTRAS DOLENCIAS...





MEMORIAS DE DIÓGENES
HIPÓCRATES. LOS MÉDICOS CON FRONTERAS Y OTRAS  DOLENCIAS...

Muy pocas veces me alejo de Atenas, porque ya conozco el Mundo y sé quiénes y cómo son sus habitantes, simples “gallos sin plumas”, pero cacareadores como ellos solos...
Hoy estoy visitando a  Hipócrates, en la isla de Cos. Lo encuentro doblegado, cada vez más, por la tristeza, y notoriamente descompuesto. Tiene los humores tan alterados y se nota tan proclive a una creciente dificultad para las eliminaciones emuntoriales, que me permito sugerirle la conveniencia de consultar a un especialista, proposición que le hace rebotar contra el techo. Cuando aterriza  sobre la butaca, me responde con ironía:
-”¡A un especialista!. ¿De ésos que se amarran, con ojeras y todo, a un solo órgano, como si los demás no existiesen y como si no fuese sino un elemento aislado del orga­nismo!?”
Le respondo que cada pulpero alaba su queso y que cada parcelero hace valer su derecho a la exclusividad, clavando letreros de “propiedad privada”, para que los especialistas de los órganos vecinos no atenten contra la lealtad profesional, en una par­celación que hace del cuerpo humano un cuadro de ajedrez, si no un campo sembrado de minas.
De pronto, se le apagó la voz. Se le hundieron los ojos, carentes de todo brillo. Se agitó con tan lacerantes espasmos ventrales, que su ayudante tuvo que  suministrarle “helleborus” con agua de len­tejas, lo cual trajo un tanto de calma a su cuerpo convulso. Pero, esto duró poco, empujándolo de nuevo a las andadas mórbicas. De pronto, se me hizo la luz y desemboqué en la conclusión de que no era “el” cólera sino “la” cólera o formidable arrechera, lo que afectaba a mi imponderable amigo. Y en efecto, cayó en el  delirio, murmurando con tristeza que los “MÉDICOS CON FRONTERAS” se fueron por la pendiente de los puros intereses pecuniarios, a tal punto que no eran sino vulgares mercachifles de la  profesión, y agregó que hoy, como se ven las cosas, es  más apropiado y realista hablar de JURAMENTO HIPÓCRITA que de JURAMENTO HIPOCRÁTICO.

Y allá quedó, a orillas del mar, sentado como una cansada piedra humana, rumiando la cólera que –creo- no logrará atenuar ni aun con la aplicación de todas las lavativas terapéuticas.

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