DE LAS “MEMORIAS”
DE DIÒGENES:
EL
ARLEQUÍN Y LOS CUERVOS.
Cuando
el arlequín surgía del fondo del escenario, un reflector le iluminaba el rostro
cubierto de levadura. Siempre vestìa de blanco. Y en su cabeza, como nacida de
un sombrero de copa, una flor oscilaba en el extremo de un alambre.
Asì había
recorrido el mundo, hablando, siempre, con el lenguaje de las manos.
Todos hubiesen
querido sentarse alrededor de su palabra inerte. Junto a la misma hoguera.
Frente a las mismas llamas. Con el mismo calor.
Pero
una noche apareció en la escena vestido
de negro, embetunado el rostro, torva la mirada, crispados los dedos, con la
flor marchita y el sombrero vuelto una piltrafa.
A la
sorpresa sucedieron la expectativa, el temor, el pánico, cuando, de no se supo
dónde, extrajo un cañón y asesinó a unos pájaros. Y comenzó a sangrar de tanto
tragar puñales, y ante todos lució como una cimitarra tinta en sangre. Y la
mímica devino en palabras restallantes. Y en vez de sugerir, con dedos y
miradas, cuestiones de amor o de bondad o de simple diversión, dijo y gritó pedruscos, que cayeron como esputos de volcán
sobre el oyente.
Fue como
si el ángel del gesto se hubiese transformado en hirsuto demonio.
Gritó y
sus gruesas palabras retumbaron en el cuerno del mundo:
“Ya no
hay motivo de alegría. Todo es podredumbre. Negocio. Cotizaciones. Bolsas.
Egoísmo desbocado. Cálculo. Conveniencia. Colocaciones de armas. Enfilamientos
nucleares. Mientras yo me divertía, la Humanidad gemìa y yo cerraba ojos y oìdos.
Ha
llegado la hora de las palabras encrespadas. De cambiar la sugerencia y el
silencio, por señalamientos directos. Las insinuaciones, por denuncias
meridianas. Los verbos sutiles por justas groserías. Y mi denuncia es ésta: no
hay motivos para estar alegres porque el mundo está triste. Los poderosos han
decapitado el amor. La luz. La alegría. En su lugar han armado robots y
marionetas de apariencia humana. En adelante vestiré de negro, símbolo del
mundo que se hunde”.
Por las
claraboyas del teatro penetró un huracán de murciélagos y repulsivos
avechuchos. El arlequín desapareció. Dicen que, poco antes, había gritado en
esperanto, que prefería largarse con los cuervos, a seguir fingiendo risas y palomas.
0 comentarios:
Publicar un comentario