MEMORIAS DE DIÒGENES SINOPEYUS. NOTAS HISTORICAS.
Juan Josè Bocaranda E
Los avatares de la vida de Diògenes, desde que fuera
desterrado de Sìnope, hasta que finalmente murió en Corinto, le impidieron
dedicarse a escribir. Asì se creyó durante largo tiempo, hasta que, para bien
de la cultura universal, sus Memorias
fueron rescatadas en Ecbàtana, en el año 300 a.C., por un vagabundo perteneciente,
según Herodoto, a la tribu de los marafios, pero cuyo nombre nadie ha podido
establecer. Ni siquiera pudo lograrlo, pese a su acuciosidad y paciencia, el
erudito inglès Sir Raymond Huy, conocido en los círculos intelectuales de
Europa como “el Ratòn de las Bibliotecas
del Reino Unido”, y quien murió consumido por la frustración poco antes del
ingreso de Inglaterra en la Segunda Guerra Mundial, específicamente, en la madrugada
del 1º de septiembre de 1939, cuando los nazis invadieron Polonia.
En las Memorias
se leen numerosas anotaciones e incisos de Estesìcoro de Eumea, hijo
extramatrimonial de Jenòfanes, cuyos pasos pretendió emular en las faenas de la
relaciòn histórica, si bien con escasa fortuna pues su madre pertenecía al malafamado pueblo de los ictiófagos, hecho
que restò credibilidad a sus esfuerzos.
El hallazgo de los infolios de Diògenes Sinopeyus constituyò
un acontecimiento cuya magnitud es abonada por el hecho de que Diògenes Laercio
no hace ni la màs mínima referencia a las
“Memorias” en su conocida obra sobre la vida, las opiniones y las sentencias de
los filósofos màs ilustres.
Los originales de las Memorias
se conservan en el Gran Museo de
Pèrgamo, donde son custodiados por los descendientes de los seguidores del
filòsofo itinerante, que no eran pocos y
quienes crearon, en el año 100 a.C. la “Gran Cofradìa Cìnica”.
La “Gran Cofradìa Cìnica” no debe ser confundida, ni por
sus fines ni por sus ejecutorias, con “el hatajo de cìnicos" que en cuantioso número han
hecho de las suyas a lo largo de la historia y en todas las latitudes,
incluyendo, naturalmente, la propia Grecia, donde desgraciadamente ha sobreabundado
la impudicia polìtica...
…
Pero, lo que en realidad cuenta es la palabra de Diògenes, acreditada por los màs conspicuos relatores de
la Antigüedad, como Accesopodoro de Megalòpolis, Amelàgoras “el àtico”, Eskulapios
de Sardes y Casares de Manganeso. En nuestros tiempos la autenticidad de estos
documentos fue determinada nada menos que por Martin Kamen y Sam Ruben a través
del carbono 14, lo cual no es poco decir, sino todo lo contrario.
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