PANFILUS PENDEXUS. DIÒGENES SINOPEYUS
PÀNFILO, EL HOMBRE QUE NO TUVO PASADO
Pànfilo, el que inventò eso de “vivir sòlo e intensamente el presente”, olvidò
dònde dejó los guachicones, y no quiso realizar esfuerzo alguno por ubicarlos,
porque buscarlos tan sòlo un instante
después de sacàrselos, “ya era pasado”, y su consciencia le imponía ir
olvidando, como quien reza un rosario, cada cuenta que pasaba de la camándula
mental.
Asì, pues, se acostò a vivir el presente con la almohada, y eso porque
la sentía bajo la nuca en ese instante. Era de plumas y se imaginò estar contándolas
una a una en un presente que le pareció eterno, sòlo que interrumpido por la
idea de que pluma contada, pluma perdida para siempre pues caìa en el pozo inútil
de la nada…
Cansado de contar plumas, pasò a prestar atención a la realidad que lo rodeaba: las paredes,
pintadas de blanco expresamente, para que brillaran en la semioscuridad
recordando el ahora; y el techo, de donde pendìa el ventilador inservible y que
asì se quedarìa para siempre porque mandarlo arreglar implicaba futuro. Ni
siquiera quitarle el polvo, porque este polvo se había venido acumulando sobre
las aspas desde dos años atrás, lo que era pretèrito.
Ah. Tambièn se concentrò en los dedos de los pies, que le sobresalìan como un abanico de uñones entre
las medias rotas, de las que también se había olvidado. Recortarse las uñas y
remendar las medias, eran pasado creciente, y eso iba contra el desarrollo
espiritual.
Centrò la atenciòn en el goteo
del grifo de la cocina que resonaba en el silencio y que jamàs sería arreglado
porque en ese instante no podría venir el plomero; y en el ruido de los pipotes de la basura que
a esa hora hacían entrechocar los señores del aseo urbano y que deberían dejar
allì para siempre, porque trasladar los desechos al relleno sanitario sería
cosa del dìa siguiente, y estaba vedado pensar en el mañana.
Finalmente atendiò con ànimo edificante a los ronquidos de la mujer, que
yacìa a su lado, esclava como èl al imperio del aquí y del ahora, pues había sido
la primera en adoptar la novelerìa desde que vio un programa por televisiòn.
Desechò la realidad de que su madre estaba enferma, al otro costado de
la ciudad, porque la enfermedad era de vieja data, un asma de quince años atrás, y eso era pasado. La ley espiritual
le permitìa combatir las enfermedades surgidas en el momento, apenas nacieran,
y le ordenaba olvidarse de las viejas dolencias, y èl no querìa pecar contra
las leyes del tiempo.
Y porque eso era pasado, no quiso recordar el nombre de la medicina que
debió haberle conseguido a la madre en la farmacia, ubicada en la planta baja. Ademàs, ir del piso tres al
nivel de la calle, a comprar el medicamento, ya sería futuro, aunque se tratase
de apenas unos minutos.
Sintiò cuando la esposa despertó, interrumpiendo la secuencia de la meditaciòn.
Hubiese querido informarle que la
directora del colegio lo había llamado por teléfono para darle un mensaje muy
urgente respecto a uno de los niños, pero no lo hizo porque eso ya era cosa del
pasado. Ademàs la gestión era para realizarla al dìa siguiente, cosa del
futuro. Y el ayer y el mañana les estaban prohibidos.
Se concentrò como una momia y rechazò la idea de deudas y compromisos,
todos realizables en el futuro. Por eso fue sorprendido por el hecho de que le
cortaron el servicio de luz, de agua y de gas, pues había decidido olvidar las
deudas contraídas en el pasado. Tambièn lo sorprendió el juez cuando fue a
practicar el embargo de los bienes por falta de pago, y etc.etc…
Lo despidieron del trabajo porque decidió olvidar los conocimientos que
había adquirido en la Universidad en cinco años de estudio. ¿Para què
recordarlos, si eso ya era pan comido y digerido? Tenìa que resolver los
problemas profesionales sobre la marcha, no apoyándose en las bagatelas e
inutilidades del pasado, que no dejaban nada bueno y que, por el contrario,
atentaban contra el desarrollo metafìsico. Ah. Tampoco debía operar en atención
al futuro, lo cual se sumò a la causa
del despido, pues en su oficina se empecinò en planificar, como los malos
gobernantes y los pèsimos administradores, para el instante presente, lo cual
no daba buenos resultados.
Cuando fue a reclamar el pago de sus derechos laborales, la consultorìa
jurídica recomendó que no se le pagaran, pues habían sido causados en el
pasado, contando los treinta años de servicio desde el instante anterior al dìa
del despido.
El abogado tomò a Pànfilus por las barbas, lo recostò de una pared como
una mariposa y le espetò con voz clara y tiempo presente, este discurso:
“Pànfilus, pasado es pasado, futuro es futuro, y presente es su idiotez.
Esas meditaciones suyas lo que han logrado es embobarlo. El tiempo es plenitud,
y està constituido por a, b y c, es decir, por el pasado, por el presente y por
el futuro, y sin eso no hay abecedario. Y déjeme decirle algo màs: es imposible
vivir exactamente el presente, porque el tiempo està formado por instantes, tan
breves, tan breves, que usted no tiene extensión suficiente de presente, y no
puede detener el tiempo. Cada instante se vuelve pasado velozmente sin que
usted pueda evitarlo. Y un ejemplo: en el Evangelio se lee que Jesùs dijo a los
apóstoles; “uno de ustedes me entregarà”, con lo cual estaba pensando en el
futuro, con bastante preocupación, por cierto. ¿Y cuando dijo que el Hijo de
Dios vendrà a juzgar a la humanidad y colocarà a las ovejas a la derecha y los
chivos a la izquierda, ¿no se estaba refiriendo al futuro, a un futuro muy
incierto? ¿Y cuando dijo a la Madre, en las bodas de Canaàn, “mujer, aùn no ha
llegado de mi hora”?
Asì, pues, Pànfilus, déjate de
pendejadas, que vas a perder la familia y a tì mismo por esas idioteces. En
cuanto a tu mujer, date cuenta de su treta: te emboba con eso de vivir sòlo el
presente para dejar la casa llena de basura. Con ese pretexto, ni siquiera lava los platos. Tampoco te hace de
comer porque la carne, las verduras y lo demás, fue comprado el dìa anterior, y
eso no puede ser para un metafísico: tiene que comprar los alimentos y tragárselos
de una vez, velozmente, para que no se le escape el instante… He dicho, rèquete
Pànfilus”.
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