MI CINISMO Y SU CINISMO
Diògenes Sonopeyus
No quiero dejar de referirme a mi cinismo, respecto
al cinismo de estos negros días...
Si hay algo en Grecia que me enardece y me revienta,
es el fariseísmo de ciertas “eminencias” que mienten con la más tranquila desfachatez,
con tan intenso descaro, que debo preguntarme si realmente tienen a sus
conciudadanos como imbéciles o si son ellos los mongólicos. Si lo primero, no
deberían molestarse en hacer declaraciones, porque, ¿a quién van dirigidas si
nadie está en capacidad de comprenderlas? Si lo segundo -es decir, sin son
ellos los imbéciles-, carece de sentido lo que dicen. Luego ¿por qué escucharlos?
Si los “fariseos” saben que mienten, que sus
declaraciones no coinciden con la realidad que enfrentan, se concluye que están
dotados de una altísima dosis de cinismo. Y si alguien puede hablar de
“cinismo” con autoridad moral, es mi persona. Y porque sé de la materia,
terminantemente aseguro que no debe confundirse mi cinismo con el cinismo de los
otros.
Cuando llevé mi filosofía de renuncia hasta extremos que la historia ha recogido
sin exageración, no lo hacia en son de descaro o desvergüenza, sino a título de
reto a una sociedad carcomida por las apariencias, los prejuicios, la estupidez, la pantalla y los
acomodamientos.
Si moraba en un tonel, lo hacia contra aquéllos que
llenaban de superfluos lujos sus mansiones, mientras la miseria ladraba fuera,
en contraste con la epulónica francachela.
Si vestía harapos malolientes, lo hacia para echar
en cara a los “pisaverde” de esos
tiempos, su afeminamiento y espíritu proclive a la molicíe y la vanidad.
Si efectuaba mis necesidades fisiológicas en público,
era porque deseaba contrastar con la falsedad de quienes, en la intimidad de
las alcobas se entregaban a una gran bajeza moral.
Si me abstenía de bañarme, era porque buscaba contraponerme
a quienes sólo vivían pendientes del cuerpo, dejando en las sombras la “'nada”
de su espíritu.
En síntesis, me mostraba “cinico', para espanto de
los mismos perros, en cuanto retador de una nefasta realidad, a diferencia de
los cinicos de hoy, que no son sino crapulosos desvergonzados, coparticipes
descarados de la degradación, sin sensibilidad a la critica justa e
indiferentes a la voz de la Historia.
Mi cinismo era de antítesis con una realidad social
y política digna de un repudio esencial. El cinismo de hoy no es de antítesis,
sino de fusión con la parte más negra y podrida del sistema.
Yo era un “perro” rebelde y socialmente hidrofóbico.
Los cinicos de hoy no son sino cerdos que se complacen en su compatibilidad
ontológica con la inmundicia que les es consubstancial.
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