DIÒGENES
PRESENTA
Amigos (y enemigos), les habla Diògenes Sinopeyus.
Esta página es mìa. (Por fin puedo decir que algo es
mìo, pues siempre todo ha sido de los demás…) y cedo en esta oportunidad el
espacio para que lo utilice mi amigo Simplicio, profesor graduado petulantia summa, en siete
universidades A1Alfa, màs polìglota
que Pico della Mirandola y màs filòsofo que yo.
Estoy plenamente seguro de que les dirà cosas de
interès como siempre lo son las que atañen a los mendicantes, porque conjugan
sabiamente dos factores fundamentales: mendigan comida y mendigan conocimientos,
leyendo papeles húmedos a punto de deshacerse en los basurales, y procurando
extraer experiencias reflexivas de cada circunstancia.
La profesión de mendicante està siendo adoptada, debido a las circunstancias y porque en ella no se exige otro título que el
pergamino del hambre, sin el estorbo, por otra parte, de presiones gremiales ni
de leyes y reglamentos para el ejercicio, ni de venias y prosternaciones
protoclares. Todo, pues, muy venido al dedo, especialmente porque se favorece
el simple recurso del facilismo, tan de moda en estos días.
Y, ahora, cedo la palabra a…
SIMPLICIO, EL
FOLÒSOFO DE LA VIDA MUERTA
Venido a màs
Hola, amigos de la sabia Sabidurìa. Soy un filòsofo
venido a màs después de venirme a menos… Me llamo Simplicio, nombre que adoptè
conforme al procedimiento de ley, después de mi Armagedòn, cuando tuve que
abandonar el profesorado debido a los sueldos miserabilìsimos, inferiores a la
media mendicante internacional, que nos pagaban en la Universidad.
Desde entonces me convertí en peripatético, porque deambulo entre basureros, sufriendo las inclemencias
del tiempo, de la indolencia humana y de los pèsimos hedores.
Sin embargo, una de las cosas que me enseñaron la
vida, el hombre y los basureros, es que el filòsofo debe despertar el sentido
de la adaptaciòn, para sobrevivir. De ahì mi decisión de sacar de estos
factores negativos la mejor de las ventajas en el mejor de los mundos posibles de
la obra creacional. convirtiendo todo esto en hilo conductor de mis reflexiones
filosóficas.
Huelepodre
Cuando quiero darme un “viaje” filosófico, hago
fuertes y dilatadas inhalaciones de la fetidez de los basurales, porque los
mendigos somos huelepodre, como algunos
muchachos eran huelepegas…
Con lo anterior quiero decir que nosotros “nos vamos”
en una sola “nota”, inhalando fetideces, embriagándonos con esas nubes deletèreas hasta elevarnos a
estados metamorfoseados de conciencia, porque la basura, sobre todo cuando està
fermentada y a punto de gusanos, es nuestro elemento ideal, nuestra tertia vìa, nuestro peyote, nuestro instrumento de trabajo, nuestra escala hacia el
nivel de los èidolos platónicos.
Me llamaba Doctor
Quizás convenga aclarar que mi nombre era “Doctor”…”Doctor Jan Yòpiz Bokacochea”.
Y recalco la palabra doctor porque
asì consta en mi partida de nacimiento. Un lapsus del funcionario: supuso que,
existiendo el santoral de los doctores, mis padres,extremadamente
megalomaniàticos, deseaban incluir la palabra doctor como uno de mis nombres de pila. Lo que significa que nacì doctor, es decir, como algunos por
allì, soy doctor por naturaleza, tal
como el apio es apio por esencia, desde antes de emerger de la tierra, o tal
como el huevo que no es sino un pollo en potencia.
Una digresión inconveniente:
Ahora que recuerdo, no sè còmo mis compañeros de
estudio, desde que tuve uso de razón –si es que la tengo todavía- se enteraron
de que mi primer nombre de pila era “doctor” y por ello me gritaban en el patio de
recreo: Doctor, Doctor, tìrame la pelota… O: las maestras me llamaban la atención en
el aula: -¡Epa, Doctor, ponga atención
y no le tire papirotas a sus compañeros… O: Doctor, mañana tiene que venir con su mamà, porque lo voy a
reprender delante de ella… O: Doctor,
¿a Usted no le han enseñado a limpiarse la nariz?.... O: cuando yo pedìa permiso y
alzaba la mano. ¿Què quiere, Doctor?
Quiero orinar, maestra…Vaya, pues, Doctor, que lo acompañe la bedel. Apùrese para que no se orine como otras veces, que eso es muy feo...O cuando me
aplazaron en cuarto grado: Doctor,
usted resultò aplazado. Doctor,
tiene que repetir el año…sacò notas pésimas…
Seguì “doctor”
hasta que terminè Primaria; después, en el Liceo. Ya en la Universidad me llamò
el Decano y me dijo: Yòpiz, a usted le entregaremos el título de doctor antes
de que comience el pregrado, y eso por
mera formalidad, pues usted es doctor de nacimiento. Es para que no digan que
usted tiene influencias políticas o de prosapia en esta Facultad. Y
felicitaciones desde ya, Doctor…
Por cierto, cuando estudiè un poco de latìn me
enterè del significado de la palabra
doctor ( “el que sabe màs, el màs sabiondo de todos los sabiondos”…) y a
partir de entonces me avergonzaba de ese nombre porque me sentía exagerado, petulante,
engreído, fachoso, hinchado, pinchado, supremàtico, vanidoso, arrogante,
cacareador, encopetado, soberbio, narciso, ostentoso, fatuo, megalomaniàtico,
un globo de ñoña a punto de explotar, etc.etc).
La vida se encargarìa de bajarme los humos, incluyendo las emanaciones tòxicas
del doctorado.
Una Filosofìa
simplicìsima
Adoptado el simple nombre de SIMPLICIO, debo
corresponder a este hecho y filosofar en
forma simplicísima, es decir, a través de frases cortas, comunes y corrientes
y, a veces, tontas…, de cosecha propia, o de cosechas ajenas, recogidas,
procesadas y reelaboradas por mì.
¿Qué carezco de elevación filosófica? ¿Y quièn puede
tenerla hoy, cuando nadie puede elevar el pensamiento porque todo lo aplasta este mundo aplastante y
aplastado por trajines intrascendentes?
¿Que carezco de originalidad? Pero, ¿quièn puede tenerla hoy, en un mundo que nos
obliga a la dejadez y nos impide ser creativos, si se tiene en cuenta que desde
la televisión hasta internet, pasando por los mensajes papales, todo es re-peticiòn
y calco-manìa, cuando no ridi-culez de dimensiones intergalàcticas?
Por otra parte, ¿es que acaso esperan ustedes, seriamente, que
me extienda en dilatadìsimas y enjundiosas disquisiciones de corte medieval, en
estas circunstancias en las que muero, muy lejos de un aliciente caldo de
pichòn? El hambre no es, por lo menos para mì, motivo de inspiraciòn. Si mis
cenas son cortas, mis fraseos sapienciales no pueden ser largos. Ello
implicarìa una grave contradicción en los términos estomacales que ningún
filòsofo puede admitir, tràtese de un filòsofo vacìo de alimentos como yo, o de
un filòsofo inflado de viandas como ciertos ganapanes de la sabiondez.
Y para no cansarlos…y sobre todo porque ya se me están
agotando las pilas…me despido. Volverè a verlos cuando tenga algún filosofazo
de mi precaria cosecha que decirles…
Como inicio, esta “perla de los mares de la filosofía
gastronómica”
La Filosofìa no mata el hambre pero por
lo menos estimula el apetito.
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