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domingo, 11 de octubre de 2015

DIÒGENES PRESENTA. SIMPLICIO, EL FOLÒSOFO DE LA VIDA MUERTA







DIÒGENES PRESENTA

Amigos (y enemigos), les habla Diògenes Sinopeyus.
Esta página es mìa. (Por fin puedo decir que algo es mìo, pues siempre todo ha sido de los demás…) y cedo en esta oportunidad el espacio para que lo utilice mi amigo Simplicio, profesor graduado  petulantia summa, en siete universidades A1Alfa, màs polìglota que Pico della Mirandola y màs filòsofo que yo.

Estoy plenamente seguro de que les dirà cosas de interès como siempre lo son las que atañen a los mendicantes, porque conjugan sabiamente dos factores fundamentales: mendigan comida y mendigan conocimientos, leyendo papeles húmedos a punto de deshacerse en los basurales, y procurando extraer experiencias reflexivas de cada circunstancia.

La profesión de mendicante està siendo adoptada, debido a las circunstancias y porque en ella no se exige otro título que el pergamino del hambre, sin el estorbo, por otra parte, de presiones gremiales ni de leyes y reglamentos para el ejercicio, ni de venias y prosternaciones protoclares. Todo, pues, muy venido al dedo, especialmente porque se favorece el simple recurso del facilismo, tan de moda en estos días.
Y, ahora, cedo la palabra a…



SIMPLICIO, EL FOLÒSOFO DE LA VIDA MUERTA

Venido a màs
Hola, amigos de la sabia Sabidurìa. Soy un filòsofo venido a màs después de venirme a menos… Me llamo Simplicio, nombre que adoptè conforme al procedimiento de ley, después de mi Armagedòn, cuando tuve que abandonar el profesorado debido a los sueldos miserabilìsimos, inferiores a la media mendicante internacional, que nos pagaban en la Universidad.

Desde entonces me convertí en peripatético, porque deambulo entre basureros, sufriendo las inclemencias del tiempo, de la indolencia humana y de los pèsimos hedores.

Sin embargo, una de las cosas que me enseñaron la vida, el hombre y los basureros, es que el filòsofo debe despertar el sentido de la adaptaciòn, para sobrevivir. De ahì mi decisión de sacar de estos factores negativos la mejor de las ventajas en el mejor de los mundos posibles de la obra creacional. convirtiendo todo esto en hilo conductor de mis reflexiones filosóficas.

Huelepodre
Cuando quiero darme un “viaje” filosófico, hago fuertes y dilatadas inhalaciones de la fetidez de los basurales, porque los mendigos somos huelepodre, como algunos muchachos eran huelepegas…
Con lo anterior quiero decir que nosotros “nos vamos” en una sola “nota”, inhalando fetideces, embriagándonos  con esas nubes deletèreas hasta elevarnos a estados metamorfoseados de conciencia, porque la basura, sobre todo cuando està fermentada y a punto de gusanos, es nuestro elemento ideal, nuestra tertia vìa, nuestro peyote, nuestro instrumento de trabajo, nuestra escala hacia el nivel de los èidolos platónicos.

Me llamaba Doctor
Quizás convenga aclarar que mi nombre era “Doctor”…”Doctor Jan Yòpiz Bokacochea”. Y recalco la palabra doctor porque asì consta en mi partida de nacimiento. Un lapsus del funcionario: supuso que, existiendo el santoral de los doctores, mis padres,extremadamente megalomaniàticos, deseaban incluir la palabra doctor como uno de mis nombres de pila. Lo que significa que nacì doctor, es decir, como algunos por allì, soy doctor por naturaleza, tal como el apio es apio por esencia, desde antes de emerger de la tierra, o tal como el huevo que no es sino un pollo en potencia.

Una digresión inconveniente:
Ahora que recuerdo, no sè còmo mis compañeros de estudio, desde que tuve uso de razón –si es que la tengo todavía- se enteraron de que mi primer nombre de pila era “doctory por ello me gritaban en el patio de recreo: Doctor, Doctor, tìrame la pelota… O: las maestras me llamaban la atención en el aula: -¡Epa, Doctor, ponga atención y no le tire papirotas a sus compañeros… O: Doctor, mañana tiene que venir con su mamà, porque lo voy a reprender delante de ella… O: Doctor, ¿a Usted no le han enseñado a limpiarse la nariz?.... O: cuando yo pedìa permiso y alzaba la mano. ¿Què quiere, Doctor? Quiero orinar, maestra…Vaya, pues, Doctor, que lo acompañe la bedel. Apùrese para que no se orine como otras veces, que eso es muy feo...O cuando me aplazaron en cuarto grado: Doctor, usted resultò aplazado. Doctor, tiene que repetir el año…sacò notas pésimas…

Seguì “doctor” hasta que terminè Primaria; después, en el Liceo. Ya en la Universidad me llamò el Decano y me dijo: Yòpiz, a usted le entregaremos el título de doctor antes de que comience el pregrado,  y eso por mera formalidad, pues usted es doctor de nacimiento. Es para que no digan que usted tiene influencias políticas o de prosapia en esta Facultad. Y felicitaciones desde ya, Doctor
Por cierto, cuando estudiè un poco de latìn me enterè del significado de la palabra doctor ( “el que sabe màs, el màs sabiondo de todos los sabiondos”…) y a partir de entonces me avergonzaba de ese nombre porque me sentía exagerado, petulante, engreído, fachoso, hinchado, pinchado, supremàtico, vanidoso, arrogante, cacareador, encopetado, soberbio, narciso, ostentoso, fatuo, megalomaniàtico, un globo de ñoña a punto de explotar, etc.etc).
La vida se encargarìa de bajarme  los humos, incluyendo las emanaciones tòxicas del doctorado.

Una Filosofìa simplicìsima
Adoptado el simple nombre de SIMPLICIO, debo corresponder a este hecho y  filosofar en forma simplicísima, es decir, a través de frases cortas, comunes y corrientes y, a veces, tontas…, de cosecha propia, o de cosechas ajenas, recogidas, procesadas y reelaboradas por mì.

¿Qué carezco de elevación filosófica? ¿Y quièn puede tenerla hoy, cuando nadie puede elevar el pensamiento  porque todo lo aplasta este mundo aplastante y aplastado por trajines intrascendentes?
¿Que carezco de originalidad? Pero,  ¿quièn puede tenerla hoy, en un mundo que nos obliga a la dejadez y nos impide ser creativos, si se tiene en cuenta que desde la televisión hasta internet, pasando por los mensajes papales, todo es re-peticiòn y calco-manìa, cuando no ridi-culez de dimensiones intergalàcticas?
Por otra parte,  ¿es que acaso esperan ustedes, seriamente, que me extienda en dilatadìsimas y enjundiosas disquisiciones de corte medieval, en estas circunstancias en las que muero, muy lejos de un aliciente caldo de pichòn? El hambre no es, por lo menos para mì, motivo de inspiraciòn. Si mis cenas son cortas, mis fraseos sapienciales no pueden ser largos. Ello implicarìa una grave contradicción en los términos estomacales que ningún filòsofo puede admitir, tràtese de un filòsofo vacìo de alimentos como yo, o de un filòsofo inflado de viandas como ciertos ganapanes de la sabiondez.  

Y para no cansarlos…y sobre todo porque ya se me están agotando las pilas…me despido. Volverè a verlos cuando tenga algún filosofazo de mi precaria cosecha que decirles…

Como inicio, esta “perla de los mares de la filosofía gastronómica”
La Filosofìa no mata el hambre pero por lo menos estimula el apetito.

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