Qué tiempos
aquellos doctor Redondo Plano
cuando eras
magistrado
y echabas a
rodar por los pasillos
la garrafa
de tu cuerpo orondo, acartonado y tieso
y tu
presencia engullidora, sudorosa y bacanal,
que sabía
darse los aires de aquellos globos de colores que entre cohetes, gritos,
trabucos, triquitraques
hacían volar
los badulaques
en las
fiestas patronales de los pueblos.
Con cuánta
solemnidad de lustroso monaguillo
te abocabas
a darte el paseíllo
que como
torero de toretes y de chivos
iniciabas
cuando andaban por allí
los abogados más que retentivos.
Para que
admiraran digo yo
para que
admiraran tu figura en pasarela
lujo lujoso
que no se puede dar cualquiera
a menos que
se trate de una eminencia esplendorosa
de talento e
inteligencia dispendiosa.
Y qué decir
cuando te calabas hasta la pata de la oreja
el birrete
magistral con garbo y reja.
Cuánto
donaire, cuánto gracejo
cuánto
desaire, cuánto complejo.
Y cuando
salías con paltó-levita y poses
de pingüino orondonado que resaltaba a leguas
tus
cuantiosos tongoneos de magistrado.
Y qué decir
de tus discursos donde se
aflojaba el
moño tu elocuencia
reventando
los moldes de la ciencia
Y ahora
a lo que has llegado
desde que te
quitaron de una patada el taburete
donde con
campanas se asentaba tu conspicuo
nalgatorio
con birrete.
Ya sin poder
poder te sientes tan poco y miserero
que pareces
pichón cucarachero.
Así pasa la
gloria de este mundo inmundo
lloró el sabio polaco Yan Rebotto
cuando le
arrebataron de las manos el coroto.
(Tomado de
“Los Dìas Trabajosos”, año 705)
0 comentarios:
Publicar un comentario