domingo, 24 de agosto de 2014
sábado, 23 de agosto de 2014
miércoles, 20 de agosto de 2014
DIÒGENES: FRASES CÈLEBRES
FRASES CÈLEBRES:
Mi amigo
Hipòcrates era decente, comedido y circunspecto, pero tenía sus “cosas”…Una vez,”entre
amigos”, me comentò algo que jamàs olvidè, y que si èl lo dijo debe ser verdad,
pues los científicos nunca pero nunca jamàs jamàs se equivocan…:
Las groserìas son pedruscos
que, justamente porque descargan, son medicinales, pues alivian el corazòn y previenen
los infartos.
Desde entonces
practico este principio y a ello debo mi inmortalidad…
martes, 19 de agosto de 2014
lunes, 18 de agosto de 2014
LA ABERRACIÒN DE LOS GOBERNANTES. Juan Josè Bocaranda E
9:09
GOBERNANTES. Aberraciòn. Odio a la verdad. Cinismo. Hipocresìa. Error y aberraciòn. Diferencia. ROQUE BARCIA..
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LA ABERRACIÒN DE
LOS GOBERNANTES
Juan Josè Bocaranda E
No hay quien no
lo sepa. La gran mayoría de los gobernantes –polìticos al fin- no sòlo son
hipócritas de oficio sino también, además de cìnicos, enemigos de la verdad.
Constituyen el máximo ejemplo de los seres abyectamente aberrantes. No podemos
negar que cualquiera puede cometer errores. Pero es que los políticos suelen
cometerlos con plena evidencia, nadando contra la corriente, odiando la verdad,
arrastrándola y envileciéndola.
El error es algo
que puede cometerse aun con la mayor buena fe.
Por el contrario, la aberración no tiene excusa. La aberración y la
buena fe son absolutamente excluyentes. “El error – dice Barcia- es falibilidad, la aberraciòn es casi
apostasía. El error se equivoca; la aberración quiere equivocarse”. La
aberración reniega, abomina, detesta, blasfema.
Como lo hace el que se jacta
y deleita en pisotear la verdad evidente
y en asesinarla con la mayor vileza y a
plena consciencia. Quien perpetra aberración perpetra un crimen de lesa
verdad que gira en el ámbito de la
locura moral…Nadie puede invocar a su favor la aberración ni aun apelando a sus
“principios”, porque por encima de todos
los principios prevalecen los de la Ley Moral…
Prototipo de
estos vicios de la aberración fue Poncio Pilatos, quien llegó al colmo porque
estuvo en presencia del Gran Inocente y, sin embargo lo entregò a sus enemigos, creyendo con
cìnica actitud que lavándose las manos quedaba libre del reclamo moral de la
conciencia. Y cayò en tal abismo de desprecio a la verdad, que habiendo dicho a los judíos que no encontraba
que el Nazareno fuera culpable, ni
siquiera quiso escuchar a su esposa cuando le aconsejò: “Cuídate, Pilatos, de
lo que hagas. No toques a este hombre de Galilea. Es un hombre santo. Si azotas
a este hombre, azotas al hijo de Dios”.
Ahora bien, ¿còmo
murió ese gran símbolo de la vileza? Segùn el “Evangelio de la muerte de
Pilatos”, sucedió asì: Pilatos, por orden de Tiberio,
fue preso y conducido a Roma por òrdenes del César quien estaba llenó de furor
contra él y dispuso que lo llevaran a su presencia. Pilatos había traido consigo la tùnica de
Jesùs. Apenas el emperador lo vio se
apaciguò toda su cólera, y se levantó al verlo, y no le dirigió ninguna palabra
dura y aunque en su ausencia se había
mostrado terrible y lleno de ira, en su presencia sòlo mostrò dulzura. Cuando
se lo hubieron llevado, de nuevo se enfureció contra él de un modo espantoso,
diciendo que era muy desgraciado por no haber podido mostrarle la cólera que
llenaba su corazón. Y lo hizo otra vez llamar, jurando que merecía la muerte
por no haber evitado la de Jesùs. Y, cuando volvió a verlo, lo saludó, y
desapareció toda su cólera. Y todos los presentes se asombraban, y también el
emperador, de estar tan irritado contra Pilatos
cuando salía, y de no poder decirle nada amenazador cuando estaba ante
él. Al fin, cediendo a un impulso divino, o acaso por consejo de algún
cristiano, le hizo quitar la túnica, y al momento se sintió lleno de cólera
contra Pilatos. Y, sorprendiéndole mucho
al emperador todas estas cosas, se le dijo que aquella tùnica había sido del
Señor Jesùs.
El emperador ordenó tener preso a
Pilatos y pocos días màs tarde se dictó una sentencia que lo condenaba a una
muerte muy ignominiosa. Pilatos, sabiéndolo, se mató con su propio
cuchillo. Al saberlo, el Cèsar
dijo: ha muerto de muerte muy
ignominiosa, pues ni su propio cuchillo lo ha perdonado. El cuerpo de Pilatos,
sujeto a una gran rueda de molino, fue lanzado
al Tiber. Y los espíritus malos e
impuros, gozándose en aquel cuerpo impuro y malo, se agitaban en el agua, y
producían tempestades y truenos, y
grandes trastornos en los aires, con lo que todo el pueblo era presa de pavor.
Los romanos retiraron del Tíber el cadàver de Pilatos, y lo llevaron a Vienne y
lo arrojaron al Ródano. Y los espíritus
malignos, reunidos en caterva, continuaron haciendo lo que en Roma. Y, no
pudiendo los habitantes soportar el ser así atormentados por los demonios,
alejaron de sí aquel motivo de maldición, y lo hicieron enterrar en el
territorio y en ciudad de Lausana. Y, como los demonios no dejaban de inquietar
a los habitantes, se lo alejó más y se lo arrojó en un estanque rodeado de
montañas, donde, según los relatos, las maquinaciones de los diablos se
manifiestan aún por el burbujear de las aguas”.
Todo
gobernante debe comprender que si da muerte
a la verdad, negándola, torciéndola u ocultándola, perecerà por la verdad que
pretendiò asfixiar. Porque la verdad no muere jamàs….Sin embargo, no
escarmientan…
sábado, 16 de agosto de 2014
viernes, 15 de agosto de 2014
LA ANCIANITA DE HABACUC. Juan Josè Bocaranda E
12:07
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Ventana para sacar cuentas
LA ANCIANITA DE HABACUC
Juan Josè Bocaranda E
Érase una viejecita
que se las daba de santa
pues siempre de su garganta
salían palabras bonitas.
A todo mundo decía
que halándola por el moño
al cielo la subirían
San Perucho
y San Antonio
porque su nombre ya estaba
impreso en “el libro de oro”
donde sólo se anotaba
a los justos con decoro.
Soy consciente, justa y buena,
amo a Dios a carta plena
me sorbo los evangelios
más el libro de los reyes
el de samuel y los jueces
el génesis y el levítico
la conversión del raquítico,
los cantares, malaquías
habacuc y sofonías
y otras dulces melodías
que completo por las noches
leyendo de troche a moche
los salmos y nehemías
las palabras de miqueas,
los lamentos de ezequiel,
los andares de sansón
y las idas de dalila
de los números en fila,
y del Chicho ni se diga.
Y si quiere le recito
como si soplase un pito
el evangelio de lucas,
la ballena de jonás
o las babas de caifás
las cartas a timoteo
y unas cuantas peroratas
de simón el filisteo.
Pero qué diabla tan falsa,
engañosa y fementida,
aquella vieja perdida
de tan negro proceder,
pues la muy larga ladina
actuaba como porcina,
como lo vamos a ver.
Como lo vamos a ver:
Asistía con humilde piedad a los oficios
dominicales, aunque estuviese lloviendo a poncherazos. Se desvivía por el
pastor, cuyas prèdicas recitaba de memoria en voz alta durante toda la semana. Los
domingos, muy de mañana, me arrancaba del sueño con los gritos infernales de un vociferador de
evangelios, para lo cual colocaba una radio en la ventana de mi habitación,
pretendiendo que me ganara a los empujones la salvación del alma. Entreveraba
la memorización de prédicas y sermones, con cantos y salmodias de una monotonía
tal, que me forzaba a dudar si la vida en el cielo era de eterno gozo y
embeleso, o de muerte por hastío.
Como si lo dicho fuese poco, se reunía con
frecuencia, en su casa, con otras fanáticas,
para engullir galleticas con chocolate y hablar de cosas divinas y despotricar contra "los réprobos" que no querían
aceptar la advertencia de que el juicio final estaba al cruzar la calle.
Aun en
contra de la opinión del único hijo y de los nietos, donó un apartamento al
pastor de la iglesia.
A media cuadra de su casa trabajaba una
humilde mujer haciendo el aseo de los baños en una arepera: aunque había tres habitaciones disponibles, la anciana la ubicò debajo de una escalera, para
que durmiera con las cucarachas, sin
tener en cuenta que aquella señora le servía gratuitamente, aseándole la casa, preparándole los alimentos y
realizando las compras, tan pendiente de ella, que se daba algunas escapadas a
riesgo de que la despidieran del trabajo.
La caridad cristiana campeaba en ese
hogar por todos lados: cuando llamaban a la puerta, la anciana bondadosa miraba
por la ventana y si se trataba de algún
mendigo, sencillamente no lo atendía, aunque dejara los nudillos en la puerta.
Echò a la calle a una viuda solitaria que
se había retrasado en el pago puntual del arrendamiento.
¡ Ah! Y también manifestaba piedad en
materia de usuras, pues era prestamista meticulosa, abusiva y exigente.
Cuando murió, quedó como testigo de su cristiano
desprendimiento, una maltratada pero gruesa libreta, donde había venido
anotando durante sesenta años el nombre de los deudores, con la respectiva
cuenta de pagos y de multas por los días de retraso o incumplimiento. No en
vano dejó, que sepamos, tres casas, dos edificios y una fábrica de velas.
Suponemos que también
esta contabilidad
le fue anotada post-mortem
en “el Libro de las Cortes”
debido a su santidad. Amén.
martes, 12 de agosto de 2014
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