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sábado, 31 de octubre de 2015

FRASES CÈLEBRES. DIÒGENES SINOPEYUS...INCAPACIDAD PARA CREAR…





FRASES CÈLEBRES. DIÒGENES SINOPEYUS


INCAPACIDAD PARA CREAR…


Los  mediocres, nacidos para lamer huellas cansadas, conspiran contra las obras nuevas. La intensidad del odio que destilan es proporcional a su incapacidad innata para la creatividad. Por eso su odio es, ante todo, frustraciòn...

viernes, 30 de octubre de 2015

SIMPLICIO, EL FILÒSOFO DE LA VIDA MUERTA. MI SIMPLE SIMPLICIDAD...



 SIMPLICIO, EL FILÒSOFO DE LA VIDA MUERTA




MI SIMPLE SIMPLICIDAD

 
Admito que estoy irreconocible. Cuando un dìa de estos me detuve a curiosear en una vidriera del centro de la ciudad, casi me desmayo: frente a mì pude ver a un sujeto peludo, sucio y andrajoso. Brindè una amplia sonrisa al espejo, y la imagen me sonriò mostrando dos colmillos arriba y tres dientes frontales abajo, que, por cierto, encajan a la perfección cuando cierro la boca. La cerrè, en efecto, y además  fruncì el seño, y la imagen hizo otro tanto. Sì. Era yo, aunque no lo podía creer. No sòlo había cambiado mi nombre, sino también mi identidad y mi apariencia física. De aquel orondo profesor cuya sonrisa encantaba a las alumnas màs hermosas, sobre todo a las que buscaban granjearse una buena nota para engrasar el curriculum; de aquel profesor que usaba, hasta los sàbados, una corbata de lacito como el Gato Felix y que se paseaba por los pasillos de la Escuela empuñando una enorme pipa a lo Sherlock Holmes, sin humo, pero como todo un peripatético recién salido del horno, no quedaba absolutamente nada.
Sentì tristeza, pánico y arrechera, todo junto, como una hamburguesa mal armada. Pero me sobrepuse a las circunstancias como deben hacerlo los filósofos del hambre. Y hasta en cierto modo me sentí compensado, porque ahora, irreconocible, maloliente y andrajoso, no se me acercarìa  ningún colega de los hipócritas que abundan en la Escuela, plagados de complejos y ateridos por la enfermedad de la competencia, que constituye su razón de vida hasta que les llega la muerte.

Tampoco habrìa alumnos del ejército de los melosos y de los interesados que ignoran  a los profesores una vez  aprueban la materia, asfixiados por los excrementos de la màs crasa ingratitud.

Ahora  ando por las calles como el viento, que a todos sopla pero al que nadie ve, oculto, de todos modos, por mi nuevo nombre y sin el largo rabo de “doctor”.

Un colega italiano que se creìa un genio  y a quien le debì la sugerencia de empuñar una pipa para darme  importancia, vivió unos días como yo. Pero, no lo pudo soportar, y pidió auxilio a su exmujer, quien le pagò el pasaje para Roma, donde ella moraba, ahora divorciada y lista para recibirlo con los brazos abiertos...

-Para morirme de hambre aquí, prefiero morirme de hartura allà –fue lo último que me dijo con suma simpleza, no sè si ontológica o semiòtica.

Se largò sin escuchar los motivos por los que adoptè el nombre de Simplicio, explicación que doy aquí y ahora, siquiera para ustedes, aunque no lo estèn preguntando.

Desde que cursaba Filosofìa me atrajo el nombre de este filòsofo neoplatónico, no tanto por lo platónico como por lo neo, porque siempre me ha gustado lo nuevo y siempre me he cansado muy pronto de lo viejo, de lo trillado, de lo repetido, motivo por el cual detesto los museos…

Por todo esto considero oportuno y hasta providencial, mi cambio, prefiriendo este vivir de hoy a mi vida de ayer como profesor “repitiente”, pues, francamente, no fuì un verdadero filòsofo, es decir, creativo y creador, sino un hablachento que se limitaba a redigerir alimentos digeridos por otros, para que a su vez los redigirieran los alumnos.

De Simplicio me atrajo al principio, “simplemente” el nombre, la palabra, que para mì estuvo lleno de sugerencias, determinantes para la adquisición de mi nueva identidad. Ignoraba que la influencia de este sabiondo irìa màs allà de la superficie. Y fue que, aplastado por la pètrea realidad de las calles, me sucedió como si me hubiesen exprimido, como si me hubiesen ordeñado la inspiraciòn, pues me surgió la idea de escribir un libro “Sobre el Cielo y el Alma”…
…………..
(Aquì, entre paréntesis, esta digresión muy oportuna:

Tuve la idea de que tal vez podría publicarme el libro una Editorial ubicada en California, EEUU, estratégicamente enclavada allì –segùn supe después- para robar a los escritores.

Y lo digo por lo siguiente: la tal Editorial,  una vez recibida la autorización para publicar,  cierra sus puertas y jamàs responde a los correos electrónicos de los autores, a quienes practica un autèntico atraco,  haciendo de èstos, generadores forzosos de un enriquecimiento ilícito, inmoral e impune...denuncia que deberían investigar las autoridades de ese país.
Y ahora, cierro el paréntesis y la digresión).
……………

Volviendo al tema: me asaltò la idea de escribir un libro sobre  el Cielo y el alma, inspirado por la realidad que me deparaba mi nueva “vida” después del naufragio…es decir, de la inflación que minimizò o, mejor aun, aniquilò mi sueldo como profesor.

La inflación es como una inundación, capaz de adquirir la categoría de tsumani cuando los sabiondos de la sabiondez no saben o no pueden frenarla y controlarla, y la dejan por su cuenta.

La marea comienza por mojar los zapatos, después arrastra las canoas y las medias de la abuela, y sube y sube, mojando las patas de la cama y luego el colchòn.

Una mañana, cuando me puse de pie, me dì cuenta de que el nivel del agua ya me estaba pasando màs arriba de las bolas. Entonces me dije: esto seguirà subiendo, cubrirà la nevera y la despensa y llegarà  al cielo raso y arroparà la casa.

Demàs està decir que había quedado solo, pues mi mujer cargò con su madre y con nuestros hijos, y se largò con ellos a no sè dònde, maldiciéndome porque yo no sabìa enfrentar la marea que amenazaba nuestras vidas.

Lo demás, ya lo comentè en la oportunidad anterior…

Pero…¿cuàles fueron las razones màs profundas por las que adoptè el nombre de Simplicio?

Dicen los que saben –gracias al Cielo cada vez màs numerosos- que lo simple es simple porque carece de partes, acercándose, en cierta forma al ser puro, como el propio Dios

Eso es, justamente, lo que comencé a sentir, por obra de la tristeza, de la desperaciòn, de la inutilidad y de la impotencia, nada de lo cual es tanto como el peso del hambre, cuando las tripas se vuelven un hervidero…: a medida que el hambre arreciaba, yo me iba sintiendo màs liviano, como una especie de “caballito del diablo”, pero en el aire. Me consubstanciè tanto con el aire, que me sientì etèrico, pura esencia, pura alma. No sentía ninguna de mis “partes”. Parecìa que habían dejado de existir mi cabeza, mi tronco, mis extremidades, y que en lugar de todo eso no era sino una especie de humito, tan fino, tan tenue como el hilo de la pipa sin humo que aprendì a exhibir en los pasillos de la docencia universitaria. Entonces, entre nubes, me vino la gran revelación: tenìan razón los faquires y los lamas: el hambre purifica, el hambre nos hace santos, casi nos canoniza de un solo tiròn. Y eso es bueno, porque somos elevados a los altares cabalgado sobre el unicornio blanco de la santa inmolación. Por esa vìa, conseguiría mi nirvana. Por la vìa de la simplicidad o, mejor, de la simplificación, podía lograr mi indivisibilidad, antítesis de la muerte, pues què es la muerte sino des-membraciòn, des-composiciòn, des-trucciòn, des-integraciòn. Y yo carecía de miembros, había dejado de ser, por obra del hambre, una substantia composita: era una substancia pura, “depurada” de todo lo secundario, de todo lo material. Carecìa de figura, pues me miraba frente al espejo de mi imaginación como un lampo, como una tenue espiral de luz que busca taladrar las alturas hasta encontrar el màs puro placer de los placeres celestiales. Carecìa, igualmente, de magnitud. No era ni largo, ni ancho, ni profundo. Si acaso, era como un cìrculo, como una esfera, como la gema brillante que encontró Anaximandro un dìa de playa. Y hasta vì en santas visiones a mi padre Leibniz cuando me bautizò como una mònada, pozo de cualidades infinitas hechas de la màs pura pureza. Fue èl, justamente, quien me sugirió reunir a todos los miserables de la Tierra, a todos los “ascendidos del hambre”, al grito de “muertos de hambre del Mundo, unìos”: tenìa la misión de congregar a los hambrientos, de formar un “aggregatum” de simples y Simplicios, para integrar un solo y gran Simplicio, un Simplicio compuesto, pero en un nivel superior, como quien dice en el vèrtice de la espiral.

Cuando despertè, creìa  que me había orinado. Era que la marea de la inflación había llegado hasta el basurero y estaba arrastrando los contenedores hacia el mar. Por fin podría viajar en barco, aunque fuese a la muerte, en medio del agite de  aquella “tormenta plusquamperfecta”…



jueves, 29 de octubre de 2015

FRASES CÈLEBRES. DIÒGENES SINOPEYUS



 FRASES CÈLEBRES. DIÒGENES SINOPEYUS


¿YO SÌ  O YO NO?

Se dice que uno debe aceptar a los amigos como son…porque si no, se queda sin amigos…Pero, ¿por què a mì no se me aplica el mismo principio y nadie me acepta tal como soy: crìtico, veraz y sincero?